martes, 24 de marzo de 2020

Responsabilidad en la era de la Información




“Hola, mi nombre es Ami Bruce y me diagnosticaron cáncer”, fue lo primero que leí de ese correo que recibí.  Según Ami, AT&T se había comprometido con donar 1 Centavo de Dólar por cada vez que se reenviara ese email.  Era finales de los años 90s, cuando por fin llegó el boom de las conexiones a Internet (vía discado telefónico).  Lento, engorroso y confuso para muchos, así la gran red llegó para quedarse de forma definitiva en nuestras vidas.  Nadie hablaba del Y2K, pocos sabían que existía algo como la Web (y menos saber para qué sirve), no era una regla general tener teléfono móvil y las pantallas de TV seguían siendo cuadradas, o algo parecido. 

Yo por jugar adelantado y creerme muy astuto, no reenvié el correo a nadie, más bien le respondí al remitente, dedicándole más de 45 minutos a darle ánimos y toda clase de estímulos, con la mejor de las intenciones, solo para darme cuenta, tristemente, que la dirección original de correo no existía. Ami Bruce no existe, pero por sobre todas las cosas, nadie va a donar nada por un correo reenviado.  Véanlo así: Si alguien quiere y puede donar dinero para salvar una vida, lo hace de una vez y no se pone a jugar con esto.

Algunos años más tarde, tuve la gran fortuna de ser administrador de redes, período del tiempo durante el cual creo haber visto toda clase engaños, trucos y bromas, a través del correo electrónico (cuando era más o menos vulnerable), que me hicieron ser bastante escéptico respecto a cualquier información que llegara a mis manos.  Vi como los usuarios de mi red, vez tras vez sin detenerse, reenviaban información sin verificar su fuente y sin tomarse un instante para reflexionar sobre la veracidad de lo que estaban compartiendo: “Encontraron a Bin Laden”, decía un mensaje; “Messenger va a apagar sus servidores”; ni hablar de la red de engaños nigeriana que buscaba incautos con ofrecimientos de millones de dólares por hacerse pasar por un familiar de alguien que murió y dejó una fortuna.  Reflexionar 30 segundos con solo un poco de sentido común, habría bastado para detener esas cadenas de información falsa.

Ojo, todo esto ocurrió a través de PCs, aun los “Smartphones” no se habían hecho presentes.  Pero llegaron e hicieron realidad todos los sueños de movilidad y comunicación en tiempo real.  Son pequeñas maravillas que te permiten estar en contacto con alguien al otro lado del planeta, tan rápido como si estuviera al lado.  El único problema es que los teléfonos “inteligentes”, son propiedad de seres humanos que no son tan “inteligentes”. Entonces era de suponer, como en efecto ocurrió, que toda esa bola de contenido basura migrara a la telefonía. Como se suele decir, la culpa no es del burro sino del que lo arrea.

Tenía que hacer este largo recuento para llegar a este punto, porque ha ocurrido un cambio muy significativo.  Y todo comenzó con las redes sociales, sobre todo con Twitter (aunque sus creadores siempre insisten que no es una red social), donde todos, sin querer queriendo, nos hemos convertidos en multiplicadores de la información.  Casi reporteros, para ser exactos. Y esto es algo muy positivo, cuando vas en la carretera y te consigues con un gran accidente, al cual le tomas fotos, lo publicas e informas a tus semejantes acerca de la situación y los alertas para que tomen otro camino.  Pero este poder que ahora está en manos de todos, es tan positivo cuando se utiliza bien como perjudicial si se tienen malas intenciones. Pero hay algo peor que ser malintencionado, y es no tener ningún tipo de criterio, puesto que se corre el riesgo de ser multiplicador de noticias sin fundamento.

Twitter, Facebook, Instagram… todas están llenas de cualquier tipo de información no corroborada, que podría ser cierta, como podría no serlo. Todas ellas se encuentran, más o menos, ordenadas en un servidor principal, donde pueden ser ubicadas y eliminadas, si fuera necesario.  Pero como ocurrió años atrás con el correo electrónico, las personas en general tienen disponible en sus dispositivos personales, cuanto sistema de mensajería exista (Si, Whatsapp y todas las demás), por medio del cual pueden enviar lo que sea que se les ocurra, como y cuando gusten. Ahora todos tienen una solución diferente para curar el Covid-19, por ejemplo.  No sé cuántas veces he leído una cadena que comienza diciendo “En el programa de César Miguel Rondón…”, que aclaro, tiene más de un año que no está en su espacio radial. Peor aún, cuando preguntas por la fuente de la información, el que te lo envió te dice, casi molesto, “eso me lo envió fulanito que es persona seria”.  Cortes eléctricos, teorías de conspiración, curas milagrosas, mezclas de alimentos que son venenos fulminantes, cierre de servicios, zapatos de regalo, dinero de la nada… Todo eso y más, es enviado y reenviado sin pasar por ningún filtro.  Resulta que ahora tenemos todo tipo de alternativas para estar informados y vivimos en la nueva era de la desinformación.

Resultado de imagen para compartir noticias falsas



Hace un tiempo escuché de un servicio de Google, llamado “Fact Check Tools”, que analiza la información y devuelve páginas web con indicativo acerca de su veracidad.  Pero honestamente no es funcional y no creo que se mantenga en el tiempo.

Entonces, por el momento, no existe una herramienta efectiva para la verificación de la información.  Excepto una: El sentido común. Éste, lleva a averiguar un poco más y refrena el impulso de simplemente reenviar algo, simplemente porque parece ser cierto o interesante. Parece que el colectivo humano no entiende que es mejor no informar que desinformar.

Si los canales tradicionales de información deben hacerse responsables de lo que dicen y sus consecuencias, no veo por qué los individuos no deban hacer lo propio. Pero mientras esto no sea así, no queda otra cosa que hacer más que dudar de toda información que llega.  No importa si fue mamá, que nunca dice mentiras, la que envió el mensaje sobre la nueva explosión del Krakatoa.  Si ella no lo verificó, se convirtió en agente propagador de la desinformación. Pero depende de cada uno romper esa infinita cadena o ser parte de ella. 

Yo tengo motivos para desconfiar; ustedes también. Y su deber y responsabilidad es corroborar cada una de las cosas que estén tentados a compartir.  Por respeto al prójimo, ética y hasta profesionalismo, es lo mínimo que se puede hacer.  



sábado, 7 de marzo de 2020

iJobs: Una historia de inspiración; sus equipos, no tanto




De niño, seguí por muchos años la historia de Steve Jobs.  Recuerdo haber leído y releído una edición de PC Magazine en español que hablaba sobre la compresión de discos (artículo que me gustó muchísimo) y sobre un individuo que cobraba 1 dólar al año. Lo hacía por orgullo, no teniendo mayor necesidad económica.  Él había resucitado Apple Computer y su historia era más que fascinante.
Nunca tuve un equipo Apple en mis manos. Jamás manejé un Mac, ni antes de su salida ni luego a su regreso.  Mi contacto con la informática comenzó en 1.993. 80386SX, 2MB de Memoria, DOS 5.0 y Windows 3.1, con un triste monitor monocromático ámbar.  No creo que haya existido mejor ni más entretenido momento.  Windows comenzaba a volar y para DOS existía una infinidad de juegos donde aburrirse era imposible.

Cierto, Windows copió todo lo que en esencia hacía MacOS, pero ellos también habían hurtado la idea.  Eso no viene al caso, pero vale para dejar claro que el principio en el que funcionan ambas plataformas, es exactamente el mismo. Sin embargo, vaya que la experiencia de uso es completamente distinta.

No conozco un usuario de un Mac o de un iPhone que no esté convencido de que su dispositivo es absolutamente superior. Y tal vez no estén lejos de la realidad.  El asunto es que no todos los juguetes tecnológicos son iguales para todo el mundo.

Apple desde siempre creó con la idea de integrar Hardware y Software, de forma que nadie más modificara sus equipos. Puedes personalizar totalmente tu área de trabajo, pero solo bajo muy limitadas excepciones hubo clones de Macs; y para nada modificaciones de su sistema operativo.   


Son así, ámalos o déjalos. Por otro lado, la filosofía abierta que Microsoft siguió desde DOS hasta Windows, es que los demás fabriquen el hardware (sea quien sea), que ellos ponen el software. Esa fue una apuesta ganadora (que se puede ver hoy en día replicada en Android), en la cual, todos, absolutamente todos pueden armar un PC con las características que requiera o las que su bolsillo permita, a fin de tener la computadora más personal posible. Usted mismo puede comprar su procesador, memoria, disco, tarjeta madre, acelerador gráfico y cuanto juguete le quiera integrar, de la marca y potencia que prefiera.  Luego instalar el sistema operativo (incluso una tercera opción como GNU/Linux) y hacer con ello lo que mejor le plazca.

Si, por supuesto, eso no le vale a todo el mundo. La mayoría de las personas prefiere comprar un equipo ya existente y funcional, pero eso también lo consigues con los incontables fabricantes que entregan soluciones más que listas. Y ni hablar de la disponibilidad de infinitas aplicaciones que existen para Windows, que por más que existan muchas para Mac, jamás será la misma cantidad, ni de cerca. Esto último para mí, es más que suficiente como argumento de selección.

Claro, pasaron los años y ha sido inevitable entrar en contacto con Mac OSX. Hermoso, diseño perfecto y bien cuidado lleno de colores y sencillo al mismo tiempo. Minimalista como su inspirador padre. Se comporta, a mi entender, como una versión muy bien cuidada de Linux, en un equipo diseñado y pensado para ese OS. A muchos los hace volar, por su estabilidad y cuanta característica positiva se le atribuya. Pero por algún motivo, a mí no me inspira; al contrario, me hace sentirme atrapado dentro de la maravillosa creación de alguien que decidió por mi todo lo que pensó que yo necesitaría. Como diría el mismo Steve “ellos no saben lo que quieren hasta que se lo mostremos”. iOS tampoco me atrae y es exactamente por el mismo motivo. Si, sus características son impresionantes, pero lo mismo: La felicidad está más allá del Jailbreak (procedimiento que se usa para hacer algo similar a la liberación y rooteo en Android).

Esta es mi experiencia.  Actualmente uso Windows 7 sin antivirus y Windows 10 en donde no puedo evitarlo (y en menor medida OpenSuSE). No faltará quien me diga que no se de lo que hablo y que estoy tremendamente equivocado. Y tal vez tenga la razón, pero es lo que yo he vivido y por eso es que la computación y el mundo de la tecnología es algo sumamente personal; cada quien hace su propia historia.

Como dije antes, Jobs es una inspiración.  Me comí su biografía, realizada por Walter Isaccson. Admiro enormemente a su amigo y socio Steve Wozniak, que es el cerebro detrás del comienzo de Apple y también devoré su libro iWoz.  Ellos le dieron un giro a la historia de la informática y la humanidad les debe más de lo que se puede cuantificar.  Si debo pedir perdón por no usar sus creaciones, pues lo haré, pero al día de hoy no tengo motivaciones para hacerlo.