martes, 6 de julio de 2010

... Si la Tierra, Tierra fuera


Lo que voy a decir, es un montón de cosas evidentes: A la gente no le importa el planeta. No le importa si derriten los polos, si se mueren los osos, si se secan los ríos o se acaban los peces. Mientras haya un poco de embriagante licor y música, suficiente para olvidar.

Hace poco, aquí en Venezuela, pasamos por un lapso crítico con el agua. Tuvimos un período seco muy extenso y la inmensa mayoría del poder generador de electricidad, depende del agua. Igualmente, la de uso potable se vio comprometida. Por suerte, comenzó a llover y se normalizó bastante la situación. Fue un aviso. ¿Pero qué ocurre ahora? ¡Nada! Ya la gente lo olvidó, las luces se dejan encendidas, los equipos, los cargadores, los aires.

Yo aún no salgo de mi asombro al pensar que la gente se queda, no minutos, sino horas dentro de un vehículo automotor encendido, solo por no apagar el aire acondicionado. Es cierto, aquí la gasolina es más barata que el agua, pero el CO2 no sabe de precios, ya que se inserta en la atmósfera de la misma manera que lo hace el costoso.

Y ni hablar de los turistas, que dejan su basura en las playas, en los mares, en los manglares, donde les provoque. Pero luego, son los primeros en quejarse cuando no pasa a tiempo el camión del aseo urbano. ¡Hipócritas!

¿Y cómo es entonces en el primer mundo?
No se trata de que ellos tengan un sentido moral superior, no conciencia, ni amor por la tierra. No, no es eso. Existe una autoridad que los obliga a comportarse de una manera acorde a la jurisdicción. ¿Cómo? Estableciendo severos castigos. Es más, un sistema bien pensado, ve con claridad que es una entrada adicional de ingresos. Entonces, hacemos cumplir las leyes y ganamos dinero haciéndolo. Negocio redondo.

Y no es tan difícil de hacer funcionar. Si están pensando en el matraqueo típico (o llámese soborno, donde la multa se reduce, pero llega a las manos incorrectas), también funciona, ya que igualmente la gente prefiere comportarse a ser multada o matraqueada.

¿Por qué los que salen del país se comportan como ciudadanos modelos en el exterior, pero vuelven arrojando basura a la calle? ¿No es evidente el problema?

Medidas reguladoras estrictas no harán que la gente aprecie más el planeta, o que les importe si los pingüinos pueden seguir su marcha. Pero es seguro que se logrará una mejor estadía en los lugares que hemos tomado como nuestros, sean ciudades, pueblos o campos. No podemos apelar simplemente a la conciencia. Nos pasamos la vida ignorándola, así que eso no sirve.

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