No va para ningún lado. Y nosotros tampoco, sin él. Y es que no se trata de que lo quieras o
no. Es más complejo que eso.
Si bien en sus comienzos parecía una interfaz
de aficionados, allá por el no tan lejano 1992, cuando fue liberada la versión
3.1 de Windows, el asunto comenzó a tornarse muy serio. Convirtiéndose en el estándar de la industria,
coincidió con la época más próspera de la computación contemporánea. Windows surfeó la llegada de los procesadores
Pentium, nos acompañó en la llegada de la web a los hogares, así como la genial
incorporación de elementos multimedia en nuestra vida.
Por supuesto, no solo Windows pasó por estas
etapas (hoy en día hasta un teléfono inteligente cumple esas tareas sin la
menor dificultad). Macintosh, GNU/Linux evolucionaron de la misma manera, pero
jamás han sido ni remotamente del peso del sistema operativo de Microsoft.
Y Digo todas estas cosas porque en menos de 10
días, será liberada la versión completa de Windows, específicamente la 10. ¿Y
por qué 10? ¿No fue la última la 8.1? Ciertamente. Pero según la gigante de Redmond, Es tan
grande el cambio que no vale la pena llamarlo Windows 9.
Yo tengo a prueba las versiones preliminares y
honestamente se parece demasiado a Windows 8.1. A diferencia del Explorador, Menú
de Inicio y respectiva barra de tareas, el resto pareciera ser “más igual que
nunca”. Claro que puedo estar equivocado, pero honestamente no lo creo. Lo que si noto, es que desde que se enciende
el equipo, hasta que podemos trabajar con él, se nota una reducción del tiempo
de espera, que mucho se agradece. Ya
veremos si hay algún cambio adicional que incorporen en la versión final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario